Desde los tres años el pequeño Johannes-Chrysostomus-Wolfgang-Theophilus, que así bautizaron a nuestro personaje, comenzó a interesarse por la música.

Mientras su padre daba clases de clave a su querida hermana Nannerl, de ocho años, él se divertía durante horas buscando notas que concordaran armónicamente en el teclado. A los cuatro años, su padre comenzó a enseñarle, como un juego, algunas piezas que su hermana estaba aprendiendo. Las asimiló en muy poco tiempo; tenía una extraordinaria memoria: “aprende una pieza en una hora y un minueto en media, de modo que puede tocarlo sin faltas” –escribía su padre.

Así, en 1761, Mozart comienza, oficialmente, sus estudios musicales. Sus juegos infantiles tienen que ser con música para que les preste atención. Para transportar los juguetes de una habitación a otra de la casa había que hacerlo cantando. “Deseaba conocer todo lo que veía”, escribe su hermana Nannerl; y nunca se iba a la cama sin cantar una canción. Ese mismo año realiza su primera aparición pública cantando en una escolanía, durante la representación de una comedia latina en la universidad de su ciudad natal, Salzburgo.

Un año más tarde ya tiene la suficiente soltura en el clave como para presentarse él y su hermana en público, y nada menos que ante el príncipe Maximiliano III en Munich. Tres semanas permaneció la familia Mozart en dicha ciudad.

Contando Mozart seis años, su padre Leopoldo transcribe en el cuaderno de su hermana un minueto, anotando en el margen: “compuesto en enero de 1762”. Este cuaderno era uno de los que el padre había dedicado a su hija con ejercicios de técnica y pequeñas piezas para enseñarle música. Y en sus páginas es donde poco a poco van surgiendo las primeras tentativas de composición del pequeño Mozart.

Al minueto en Sol mayor para clave K1 le sucedieron otros, que por su estructura y estilo revelan cómo aquel niño ya había conseguido asimilar a los autores que su padre había reunido en los cuadernos de estudio.

Era el comienzo de esa estela de bellas composiciones (626 obras suman su catálogo), que fue su vida. Y el inicio de un genio, con una asombrosa capacidad de concentración y memoria, con una amplitud musical desconocida hasta entonces, con una facilidad para tocar o escribir, dolorosa para los colegas contemporáneos y con un amor inquebrantable hacia la música

Extraído de Revista Esfinge

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