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Las maquinas de escribir no se generalizaron hasta el siglo XX,

aunque la primera patente para una máquina de esta clase fue concedida alrededor de 1714.

Esta máquina de escribir, que fue inventada por un inglés, no recibió aplicación práctica.

Al principio, las máquinas de escribir se patentaron como mecanismos para ayuda de los ciegos. La patente de la primera máquina de escribir que se registró en los EE.UU. en 1829, correspondió a Guillermo A. Burt. Se llamó tipógrafa, pero ningún modelo suyo sobrevivió.

En 1888 el francés Javier Progin inventó una máquina que utilizaba barras de tipos con una palanca de tecla para cada letra. Carlos Thurber, un norteamericano, patentó en 1848 una máquina que usaba un juego de barras de tipos situadas alrededor de una rueda de latón.

Esta se movía en un eje central, y el tipo entintado golpeaba directamente sobre el papel colocado debajo de la rueda. Su funcionamiento era demasiado lento para que dicha máquina tuviera valor práctico. A. E. Beach patentó en 1856 una máquina de escribir en la que se emplearon por primera vez las barras de tipos dispuestas en forma de círculo, que hacían la impresión sobre un centro común.

El año siguiente, S. W. Francis presentó una máquina de escribir que utilizaba un teclado semejante al de un piano para actuar las barras de tipos.

La primera máquina de escribir práctica y que se podía fabricar en gran escala fue la obra de tres inventores americanos: Cristóbal L. Sholes, Samuel W. Soule y Carlos Glidden. Sholes, con la ayuda personal y financiera de Santiago Densmore, perfeccionó su máquina de escribir hasta que en 1878 adquirió esta un valor comercial.

Esta máquina presentaba la mayoría de los principios de la máquina moderna. Usaba un juego de barras de tipos montado en un eje sobre un anillo horizontal, accionadas por palancas del teclado. El papel se insertaba alrededor de un cilindro de caucho, y los tipos golpeaban en una cinta entintada para marcar las letras en el papel. Esta máquina tenía carretes reversibles para la cinta, así como un carro movible, que se podía devolver a su lugar al terminar de escribir un renglón. Un defecto de esta máquina, dotada solo de letras mayúsculas, era que el cilindro estaba situado en forma tal, que el mecanógrafo no podía ver lo que estaba escribiendo.

Invenciones posteriores aportaron la tecla de cambio de mayúsculas, mediante la cual cada una de las barras podía llevar la letra correspondiente tanto en caracteres mayores como en menores. Para usar una u otra bastaba elevar o bajar el cilindro.

Francisco Wagner patentó en1896 la primera máquina de escribir de acción frontal y visible que estaba destinada a revolucionar por completo la industria de las máquinas de escribir.

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