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Hay toda una gama de modalidades de comunicación relacionadas con el oído; aquellas en las que interviene el sonido como soporte de la información.

Muchos animales también se expresan cantando, sobre todo cuando pretenden encontrar pareja, aunque también pueden entonar un aria apasionada para señalar a su público dónde están sus dominios y quién es su dueño y señor. 

Entre los animales que utilizan la música, cabe citar a los insectos. Un grillo, una cigarra o una pulga pueden dedicar conciertos a sus amadas, ya estén situados bajo un matorral en los cálidos tiempos del verano, o en el bosque de pelos de un buen ovejero. Lo que sucede es que la música de pulga resuena a la medida de la misma, y para el ser humano es prácticamente inaudible. El mecanismo que lo permite se conoce como estimulación, y es el responsable de las expresiones musicales de estos animales. 

Cantar lo hacen muchísimos animales. A nosotros puede no parecernos ni muy virtuoso ni demasiado armónico el conjunto de voces que se alzan en ciertos momentos en charcas y pantanos, pero seguramente sus propietarios, las ranas, encuentran altamente atractivos sus coros, dentro de lo que un individuo puede pisar la canción del oponente aprovechando sus pausas, a fin de que la elegida de su corazón reciba la suya antes que la del prójimo. 

Hay aves que son verdaderos especialistas en el canto. Los canarios aprenden canciones de sus mayores, ya que de la variedad de su repertorio dependerá su éxito en la vida (incluido un buen matrimonio). Otros, aparte de poder interpretar adecuadamente una gran diversidad de temas, saben idiomas, puesto que pueden cantar las canciones de otras aves. 

Los mamíferos acuáticos también cantan. Ballenas y delfines lo hacen, y sus canciones se extienden por los húmedos caminos de los mares y océanos, aunque para su desgracia el tráfico marítimo ha frenado el alcance de sus mensajes, que antaño podían expandirse a varios kilómetros de distancia del emisor, transportando hasta lejanos confines sus lamentos y sus ansias. 

Hay muy pocos seres mudos en la Naturaleza. Muchos de los que nos parecen bastante silenciosos se comunican a una frecuencia que escapa a las capacidades del oído humano. Los delfines, por ejemplo, pueden expresarse en una banda detectable por nosotros, pero también emplean infrasonidos.

Las voces animales son muy variadas entre las distintas especies, pero interespecíficamente disponen de una amplia gama de sonidos diferentes, apropiados a las distintas circunstancias, que con la entonación adecuada, acompañados del gesto preciso, satisfacen sus necesidades vitales, transmiten información emocional (alegría, rabia, miedo) y permiten, en fin, una comunicación bastante diversa.

Los animales más evolucionados disponen de lo que podríamos llamar una mayor finura en la comunicación. Ciertos monos emiten sonidos que es posible considerar similares a nuestras palabras, relacionados con elementos concretos. Un sonido para avisar a sus compañeros acerca de una amenaza que proviene de los cielos. Otro sonido distinto para designar la amenaza que proviene del suelo. Otro para matizar que tal amenaza es una serpiente… Los delfines, seres muy inteligentes, también disponen de un lenguaje muy variado. Incluso tienen sonidos nombre, derivados de los de sus padres, que les permiten reconocerse y designarse entre ellos.

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