La técnica, el estilo artístico y las técnicas decorativas empleadas

La técnica 

Las técnicas de orfebrería celta no difieren con respecto a las utilizadas en otras partes del mundo antiguo, ni tampoco con respecto a las que se desarrollan en la actualidad. La primera fase del proceso es la fundición del metal para eliminar impurezas y conseguir la homogeneización del material. A continuación, se vierte en un recipiente preparado con antelación para darle la forma determinada. En el caso de realizarse piezas huecas, se utiliza la técnica de la cera perdida, que consiste en el moldeo inicial en cera de abeja de un núcleo con la forma deseada, que se recubre de arcilla, obteniéndose de esta forma un molde de fundición en hueco al derretir y eliminar la cera del interior, cuando se vierte el oro fundido que, al solidificarse, reproduce la forma del núcleo. Los moldes solo se pueden usar una vez, pero pueden fabricarse varios a partir de un único modelo de cera. Una vez separado del recipiente, se procede al martillado y batido para eliminar las rebabas y restos de fundición y conformar la pieza definitiva. Cuando estaba terminada la pieza, se limpiaba el metal por abrasión, generalmente con arena, y se pulía por fricción. 

Los celtas fueron hábiles también en todo tipo de aleaciones, no solamente en la clásica de bronce (cobre y estaño), sino que utilizaron también latón (cobre y zinc), tumbaga (cobre y oro), peltre (plomo y estaño) y electro (oro y plata).  

El estilo artístico 

A través de los siglos, el arte celta evocó un mundo denso y cambiante en el que nada es lo que parece a primera vista, un mundo poético y artístico. La estética celta viene caracterizada por un conjunto original de cualidades: facultad de asimilación acompañada de una instintiva potencia de transformación, predilección por las flexibilidades dinámicas y las creaciones híbridas, por el deslizamiento de lo real a lo ideal, pero con un gran rigor subyacente. 

El estilo ornamental de la cultura de La Tène siguió siendo la característica dominante de las obras en metal, pero también de las tallas de madera e ilustración de manuscritos en Gran Bretaña e Irlanda quince siglos después. Se trata de un estilo impetuoso, imaginativo, pero también preciso, consistente en motivos florales y símbolos abstractos.

Los elementos ornamentales más comunes eran el nudo, las lacerías, los trenzados geométricos, espigados, aspas, triángulos puntillados y el uso de las inconfundibles y enérgicas líneas curvas que dieron a sus figuras un relieve extraordinario y que generan meandros, semicírculos, ondas, esvásticas redondeadas (tetrasqueles), trisqueles, postas encadenadas, ruedas, helicoides, espirales y círculos concéntricos o con un punto central muy resaltado, motivos todos ellos de carácter heliomorfo. 

El arte celta es puramente ornamental, sin intención narrativa por parte del artista. En lugar de representaciones de aventuras heroicas, como las que encontramos en el antiguo arte griego, los celtas captaban la atención del observador mediante complicados dibujos de líneas entrelazadas. Estos dibujos van desde el simple trenzado de varias líneas hasta las más complejas fantasías inspiradas en la naturaleza. Abundan los dibujos de motivos vegetales conseguidos a base de zarcillos, flores de loto, rosetas, palmeras y guirnaldas. Cuando aparecen formas animales o humanas, las convencionales representaciones naturalistas del arte clásico occidental se dejan a un lado, y en su lugar el artista interpreta la naturaleza a través de una sorprendente estilización de formas.

La materia puede difundirse y convertirse en forma. De este modo, una planta se transforma en un rabo, se ondula y desarrolla una cabeza, patas o pezuñas, dando lugar a animales extraordinariamente flexibles que se devoran mutuamente. Este apogeo de las obras decoradas primero con motivos florales y posteriormente con este estilo plástico que combina temas abstractos, vegetales y lacerías geométricas de gran originalidad, animales fantásticos, mitad monstruos mitad humanos, se corresponde con un mundo mitológico abstruso, fruto de una inspiración arrolladora, de una gran libertad artística y de una depurada técnica. 

Los diseños complejos y la proclividad a lo fantástico sustituyen al naturalismo mediterráneo, reflejando las características de su propio temperamento, su atrayente ambigüedad. Se trata de un estilo carente de primitivismo y simplicidad, refinado en pensamiento y técnica. Muy a menudo, en contraste con el arte clásico, el artista evita el uso de la línea recta. 

La presencia de la religión en las esferas de lo decorativo se evidencia en la aparición de elementos simbólicos –como la cabeza o la máscara humana, animales sagrados como el jabalí, la serpiente cornuda, el cisne, el caballo, el cuervo, el ciervo, el toro– en los más diversos objetos. 

La extensión de la cultura celta en el tiempo y en el espacio dio lugar a modalidades o diferencias artísticas de unas partes a otras. Por ejemplo, en la utilización del color: en la zona ibérica (Cantabria, Asturias, Galicia y norte de Portugal), la decoración en distintos colores se obtiene combinando metales de distinto color, tales como plata y oro, y en ocasiones nielando las piezas. En el territorio continental (Galia), es más abundante la utilización de productos preciosos no metálicos, tales como ámbar, coral, hueso, marfil, etc. En el territorio insular (Inglaterra e Irlanda), sobresalen por su importancia los esmaltes, quizá como influencia normanda, y la incrustación de piedras preciosas, puesta fuertemente de relieve por los relatos galeses e irlandeses recogidos en la Edad Media, tales como el Mabinogión y el Ciclo de los Ulaidh. 

En la utilización de motivos ornamentales: en España y Portugal predominan los motivos geométricos y las curvas, mientras que los motivos vegetales y animales quedan reducidos casi exclusivamente a los ornitomorfos y a los jabalís. La mayor abundancia de motivos florales y vegetales se da en Francia, mientras que Irlanda, Escocia y Gales se convierten en el paraíso de los entrelazados, que pasan a los ornamentos cristianos durante la Edad Media.  

Técnicas decorativas empleadas 

Repujado

Realización de motivos con un cincel desde el reverso del material, de forma que salgan en relieve por el anverso. 

Embutido

Realización de motivos por el anverso del material apoyado sobre un cuerpo ya en relieve. Esta técnica se trabajaba siempre sobre un soporte blando pero consistente, como por ejemplo, una mezcla de cera y arcilla. 

Puntillado

Dibujos repujados formados por puntos y no por líneas. 

Estampado

Consiste en presionar a golpe de martillo con un punzón metálico sobre la superficie del reverso de una lámina. El dibujo se reproduce en relieve. La estampación puede hacerse también mediante molde, llevando a la plancha metálica el dibujo en hueco, y sobre ella se presiona la lámina: por impresión, apoyando el metal sobre una base lisa resistente para que al golpear con el punzón la marca aparezca claramente por el anverso y débilmente por el reverso; repujada, cuando se golpea contra una depresión practicada en una pieza o soporte blando o contra un soporte duro tallado de forma especial, de modo que la imagen aparece por las dos caras de una pieza. La estampación se utiliza muchas veces usando estampillas individuales con diversos motivos que se combinan. 

Filigrana

Consiste en soldar finos hilos de oro a una lámina o superficie de una pieza formando motivos decorativos. Presenta dos variedades, la denominada “sentada”, cuando los hilos se sueldan sobre una base, y “al aire” o “calada”, si los hilos se unen entre sí sin base. 

Granulado

Soldar gránulos o esferitas de oro a una superficie formando motivos diversos. El tamaño de estas esferas es a veces inferior a 0,14 mm. También se puede soldar polvo de oro; de esta forma se consigue un menor tamaño en las esferitas, pero el resultado es de inferior calidad. 

Chapado

Recubrir el exterior de una pieza con láminas o baño de oro sobre otro metal más pobre. 

Esmaltado

Revestimiento del metal por aplicación de sustancias vítreas, principalmente silicatos o boratos de sodio, potasio, calcio y plomo junto con óxidos que proporcionan el color. El esmalte se funde y posteriormente vitrifica. La técnica utilizada por los celtas es llamada champlevé (excavado), en la que la lámina de soporte se excava según un diseño previo, llenando con esmaltes policromos los huecos así obtenidos. 

Nielado

Esmaltado en negro a base de una mezcla de bórax, plomo, azufre y cobre.

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