Bill Wolverton, ingeniero ambiental de la NASA, estudió a comienzos de los setenta el problema de mantener limpio y saludable el aire de los vehículos espaciales.

 

Comenzó estudiando las plantas domésticas y resultaron mucho mejores de lo que había esperado. A partir de niveles “peligrosos” de varios compuestos orgánicos volátiles, Wolverton encontró que algunas plantas reducen la contaminación a niveles no detectables en veinticuatro horas.

Dos de las más eficaces fueron los cleomes y los filodendros (philodendron, género con más de doscientas cincuenta especies de la familia de las aráceas ornamentales), que también se encuentran entre las plantas domésticas que son más fáciles de cuidar: toleran casi cualquier condición de iluminación; basta regarlas una o dos veces por semana, son resistentes a las plagas y no tienen flores que provoquen alergias. Además, se plantan con facilidad: los filodendros, de esquejes, y los cleomes, de los numerosos estolones que echan.

Estas plantas pueden ayudar también a limpiar la contaminación del aire en el interior de las viviendas. Se ha demostrado que en muchas ocasiones el aire de los interiores está contaminado porque diversos materiales emiten compuestos orgánicos volátiles (alfombras, tapicerías, plásticos, fibras artificiales…), además de la contaminación química de limpiadores, insecticidas, pegamentos, pinturas y barnices…

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